Hace unos años, en una visita a L.A., conocí a un chico argentino que viajaba por todo el mundo con su mochila.
Se difundió una amenaza de bomba en el avión que nos llevaba de vuelta a España, y pasamos unas seis horas retenidos en la zona de embarque del aeropuerto, mientras el avión era revisado de cabo a rabo, se interrogaba a algunos de los pasajeros, y los demás pasábamos un control de equipaje tras otro e íbamos al baño "acompañados" por un miembro del servicio de seguridad de la terminal.
Yo me subía por las paredes, no ya sólo por la situación, sino porque no podía fumar: Sentía que iba a arrearle un bolsazo al altavoz si escuchaba una vez más "está prohibido fumar dentro de las instalaciones del aeropuerto", mientras él se esforzaba por tranquilizarme.
Cualquiera que le viese por primera vez pensaría lo que no era: casi dos metros de estatura, fuerte y ancho, cabello negro y largo, vestido con unos vaqueros negros y una cazadora de cuero negro con la leyenda "Ángeles del Infierno" en la espalda. Y cargaba su mochila de dos metros de largo como si sólo contuviese plumas (más tarde, ví como un empleado del aeropuerto, la arrastraba por el suelo, en un esfuerzo imposible por moverla).
Era un chico muy pacífico y tranquilo, con una filosofía de la vida "casi zen" que debió hacer suya en sus viajes y experiencias. Porque había pasado dos meses tendido en una cama de un hospital norteamericano, a consecuencia de la herida que le ocasionó una bala que alguien disparó desde un coche en marcha.
Contaba que, en esas fechas, se había "puesto de moda" el "Drive-by" (shooting), y nadie que paseara tranquilamente por la calle se encontraba a salvo de semejante cacería. Porque las víctimas se escogían al azar: simplemente estaban allí, en la acera. en ese preciso instante en el que el asesino decidía disparar desde su vehículo.
Y le "toco" a él.
He pensado mucho en aquélla conversación, en el cambio que en su vida debió suponer aquélla bala; en la "casualidad" y la "causalidad". Porque para quienes le dispararon, era "uno más", anónimo,y su vida les importaba un bledo: estaba en la calle por "casualidad" y por "casualidad" se llevó el balazo.
Para la víctima fue una causalidad: porque si no hubiera salido, si no hubiera estado paseando en ese momento, en ese lugar, no habría pasado dos meses en una cama de hospital pensando si regresaría a su casa.
Hoy no se habla del Drive-by shooting, pero lo veo cada día en la prensa, en las redes: Las balas se han sustituído por las palabras, pero siguen provocando el mismo efecto: hieren a una gran parte de la sociedad en su conciencia, en su ética. Se disparan en los sitios "adecuados", donde alcanzan a mayor número de personas. Y me temo que no somos del todo conscientes de la gravedad del impacto que esas palabras tienen en gran parte de la Sociedad, por mucho que veamos crecer y subir al poder a sus franco-tiradores.
Todo comenzó desde el momento en que nos sentimos "obligados" a hablar y escribir "amigas y amigos: Jueces y Juezas; trabajadores y trabajadoras; hombres y mujeres" , separando donde había unión, deshaciendo lo compacto. Y continúa sin prisa y sin pausa hasta convencernos a todos de todo aquéllo que vuelve del revés nuestras conciencias, consiguiendo impacto y blanco por cada disparo.
Pienso en el amigo argentino e imagino que si pudiese verle de nuevo y hablar con él me diría: "Bienvenida al sglo XXI:: El siglo del Drive-by contra las conciencias. Y no por casualidad"
Se difundió una amenaza de bomba en el avión que nos llevaba de vuelta a España, y pasamos unas seis horas retenidos en la zona de embarque del aeropuerto, mientras el avión era revisado de cabo a rabo, se interrogaba a algunos de los pasajeros, y los demás pasábamos un control de equipaje tras otro e íbamos al baño "acompañados" por un miembro del servicio de seguridad de la terminal.
Yo me subía por las paredes, no ya sólo por la situación, sino porque no podía fumar: Sentía que iba a arrearle un bolsazo al altavoz si escuchaba una vez más "está prohibido fumar dentro de las instalaciones del aeropuerto", mientras él se esforzaba por tranquilizarme.
Cualquiera que le viese por primera vez pensaría lo que no era: casi dos metros de estatura, fuerte y ancho, cabello negro y largo, vestido con unos vaqueros negros y una cazadora de cuero negro con la leyenda "Ángeles del Infierno" en la espalda. Y cargaba su mochila de dos metros de largo como si sólo contuviese plumas (más tarde, ví como un empleado del aeropuerto, la arrastraba por el suelo, en un esfuerzo imposible por moverla).
Era un chico muy pacífico y tranquilo, con una filosofía de la vida "casi zen" que debió hacer suya en sus viajes y experiencias. Porque había pasado dos meses tendido en una cama de un hospital norteamericano, a consecuencia de la herida que le ocasionó una bala que alguien disparó desde un coche en marcha.
Contaba que, en esas fechas, se había "puesto de moda" el "Drive-by" (shooting), y nadie que paseara tranquilamente por la calle se encontraba a salvo de semejante cacería. Porque las víctimas se escogían al azar: simplemente estaban allí, en la acera. en ese preciso instante en el que el asesino decidía disparar desde su vehículo.
Y le "toco" a él.
He pensado mucho en aquélla conversación, en el cambio que en su vida debió suponer aquélla bala; en la "casualidad" y la "causalidad". Porque para quienes le dispararon, era "uno más", anónimo,y su vida les importaba un bledo: estaba en la calle por "casualidad" y por "casualidad" se llevó el balazo.
Para la víctima fue una causalidad: porque si no hubiera salido, si no hubiera estado paseando en ese momento, en ese lugar, no habría pasado dos meses en una cama de hospital pensando si regresaría a su casa.
Hoy no se habla del Drive-by shooting, pero lo veo cada día en la prensa, en las redes: Las balas se han sustituído por las palabras, pero siguen provocando el mismo efecto: hieren a una gran parte de la sociedad en su conciencia, en su ética. Se disparan en los sitios "adecuados", donde alcanzan a mayor número de personas. Y me temo que no somos del todo conscientes de la gravedad del impacto que esas palabras tienen en gran parte de la Sociedad, por mucho que veamos crecer y subir al poder a sus franco-tiradores.
Todo comenzó desde el momento en que nos sentimos "obligados" a hablar y escribir "amigas y amigos: Jueces y Juezas; trabajadores y trabajadoras; hombres y mujeres" , separando donde había unión, deshaciendo lo compacto. Y continúa sin prisa y sin pausa hasta convencernos a todos de todo aquéllo que vuelve del revés nuestras conciencias, consiguiendo impacto y blanco por cada disparo.
Pienso en el amigo argentino e imagino que si pudiese verle de nuevo y hablar con él me diría: "Bienvenida al sglo XXI:: El siglo del Drive-by contra las conciencias. Y no por casualidad"
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