on más de las doce de la noche (ni me atrevo a mirar el reloj). Acabo de terminar de trabajar.
Dejé el Turno de Oficio porque ya estaba pasando de 14 horas diarias de trabajo y mi salud lo estaba pagando.
Pero aún vivo jornadas internsivas como aquéllas y ésta. Y, en realidad, ¿que es lo que he hecho hoy? (me pregunto a mí misma).
NADA.
Y todas las llamadas a la vez, cortando en el móvil para atender el fijo y viceversa, y pidiendo disculpas a todo el mundo (salvo al tele-operador, que me llama cien veces diarias, hasta que lo "amenace" con denunciar en Consumo a su compañía)
No resulta fácil preparar la cena con el teléfono "pillado" entre el cuello y la oreja, para dejar libres los brazos (así me gano yo mis contracturas) ni atender a tu hijo, que ha pillado un catarro de campeonato y reclama tu atención, ni levantar la cocina a toda pastilla para volver al trabajo ... y esperar y desear que puedas ducharte antes de las cinco de la mañana (de verdad que no exagero)
Por algo mi hijo afirma que lo mío no es una profesión, sino pura y dura esclavitud.
No hay horario ni jornada laboral que valga. No hay derecho a enfermar ni a que enfermen los tuyos ... en suma: no hay derecho a VIVIR
Y la mitad de las veces, todo ésto por el módico precio de ... gratis.
Hoy estoy a dos minutos de un infarto. Si no pataleo y protesto, reviento. Verás cómo me va a poner mi internista cuando vaya hacerle, en unos días, la visita de los seis meses ... a caldo (porque mis analíticas resultarán un desastre, para variar, y ya preveo que mis Anticuerpos Antinucleares volverán a estar "de juerga" ... :( )
Dejé el Turno de Oficio porque ya estaba pasando de 14 horas diarias de trabajo y mi salud lo estaba pagando.
Pero aún vivo jornadas internsivas como aquéllas y ésta. Y, en realidad, ¿que es lo que he hecho hoy? (me pregunto a mí misma).
NADA.
- Porque he pasado la mañana en el Hospital, acompañando a mi madre en una prueba médica. Cuatro horas largas.He comido algo y vuelto al despacho a toda mecha.
- Apenas descargué y notifiqué, comenzó a sonar el teléfono ... y ya no lo he soltado hasta las diez menos cuarto de la noche:
Y todas las llamadas a la vez, cortando en el móvil para atender el fijo y viceversa, y pidiendo disculpas a todo el mundo (salvo al tele-operador, que me llama cien veces diarias, hasta que lo "amenace" con denunciar en Consumo a su compañía)
No resulta fácil preparar la cena con el teléfono "pillado" entre el cuello y la oreja, para dejar libres los brazos (así me gano yo mis contracturas) ni atender a tu hijo, que ha pillado un catarro de campeonato y reclama tu atención, ni levantar la cocina a toda pastilla para volver al trabajo ... y esperar y desear que puedas ducharte antes de las cinco de la mañana (de verdad que no exagero)
Por algo mi hijo afirma que lo mío no es una profesión, sino pura y dura esclavitud.
No hay horario ni jornada laboral que valga. No hay derecho a enfermar ni a que enfermen los tuyos ... en suma: no hay derecho a VIVIR
Y la mitad de las veces, todo ésto por el módico precio de ... gratis.
Hoy estoy a dos minutos de un infarto. Si no pataleo y protesto, reviento. Verás cómo me va a poner mi internista cuando vaya hacerle, en unos días, la visita de los seis meses ... a caldo (porque mis analíticas resultarán un desastre, para variar, y ya preveo que mis Anticuerpos Antinucleares volverán a estar "de juerga" ... :( )
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